Ríos de tinta han corrido alrededor
de la inteligencia artificial. Y aun así, todavía no en todos los foros está
claro qué es y qué representa. En muchas ocasiones, incluso se confunde con el
término “Big Data”. Parece así importante que primero busquemos alguna
clarificación terminológica y luego entendamos por qué se ha convertido en un
campo tan relevante para la sociedad y las empresas.
Otras eras de la historia de la
humanidad se han caracterizado por manipular materias primas físicas: cobre,
hierro, bronce, etc. Estos materiales trajeron la posibilidad de domesticar
animales, labrar la tierra o mecanizar ciertos procesos de transporte. Lejos
quedan estos tiempos de descubrimiento. El nuevo material encontrado para poder
ponerlo en valor se llama “dato”. No es otra cosa que un material intangible
que se obtiene de la representación simbólica de una realidad en un ordenador.
La cuestión ha sido que, dado su bajo coste, hemos introducido ordenadores en
la ropa, en las carreteras, para guardar cualquier documentación, etc. Y, de
ahí, se han derivado tal volumen de datos, que podríamos llamar a esta nueva
era de oportunidades como la “era de los datos”. Que, no es otra cosa que lo
que popularmente se ha bautizado como “Big Data”.
Pues bien, esta era ha traído el
renacimiento de una manera de procesar datos en un ordenador que ya se acuñó
hace más de sesenta años. Esta manera de analizar y procesar datos es lo que
popularmente se ha llamado “inteligencia artificial”. Que no es otra cosa que
piezas de software (programas de ordenador), que son capaces de encontrar
conclusiones (patrones, tendencias, relaciones, etc.) sin que el programador o
programadora tenga que darle la instrucción concreta para localizar esas
evidencias. Es decir, de manera “autónoma” (más o menos, entiéndase) son
capaces de simular el comportamiento inteligente de un humano localizando
conclusiones (como cuando nos ponemos a buscar la salida de un laberinto o el
camino más corto de un punto a otro sin ayuda de Google Maps).
La inteligencia artificial había
estado dormida por décadas porque para para simular la inteligencia humana,
necesita de muchos datos para aprender. Pero claro, precisamente decíamos al
comienzo que es lo que ha traído esta era de los datos: grandes volúmenes de
los mismos. De ahí este renacimiento. Y de ahí, el interés que están teniendo
muchas personas y la sociedad en general por conocer de qué estamos hablando y
qué beneficios le podría aportar.
En este punto, conviene aclarar
alguna cuestión. A pesar de nuestros deseos sentimentales por la ciencia
ficción (al humano le encanta creer en cosas) y titulares rimbombantes, los
sistemas de IA no son realmente independientes y autónomos. Básicamente porque
la tecnología, sea cual sea, viene siempre diseñada por personas. Tanto que no
puede ser más objetiva o subjetiva que nosotros. Es decir, ese sistema tan
inteligente, al final, no será más que el reflejo de nuestros propios sesgos y
miradas al mundo.
Esto es especialmente importante
ahora que son muchas las empresas que están incorporando en sus planes
estratégicos la inteligencia artificial y su machine learning como la solución a muchos de sus problemas. Naturalmente,
los datos y los algoritmos pueden añadir más información en la toma de
decisiones o simplemente evitar algunas malas decisiones. Sin embargo, de ahí a
que pueda “artificialmente” decidir por una empresa, me parece que va un mundo.
De ahí que me guste bastante más el término “inteligencia extendida” que el de
“inteligencia artificial”. Los algoritmos no piensan en absoluto, sino que son
herramientas. Depende de nosotros los humanos pensar por ellos.
Es esto lo que me lleva siempre a
concluir que me sorprende lo poco que las empresas valoran los aspectos más
humanistas de las personas que están detrás del diseño y desarrollo de sus
algoritmos. Básicamente porque los algoritmos de inteligencia artificial de
muchas empresas, afectan a terceros (pólizas a clientes, llamadas a personas,
ejercicios a recomendar, etc.).
Llegados aquí, estimado lector,
estimada lectora, no quiero ni mucho menos restarle aliento en su apuesta por
la inteligencia artificial. Simplemente lo que trato es de aportarle una mirada
que será difícil la encuentre en otros espacios de reflexión donde la
tecnología produce un efecto de alucinamiento que inhibe otras reflexiones. Si
su apuesta va por introducir algoritmos que saquen valor de los datos, me
parece una elección muy buena. Pero no espere que le arregle todos sus
problemas. Y, por otro lado, si está pensando en montar un departamento de
científicos y científicas de datos, le animo a que evalúe también otros aspectos
de esos programadores de datos. Sino, quién sabe las decisiones que su sistema
de inteligencia extendida podría tomar en sus procesos.
La tecnología no debiera nunca separarse de los valores humanos. Al tiempo.