“La transformación digital es entender la ola completa de tecnologías, el tsunami de innovaciones que está cambiando la realidad de las personas y las empresas. Entenderlo, adaptarse a él y ser capaz de rentabilizarlo”. Es la definición que hace Silvia Leal, asesora de la Comisión Europea en competencias digitales y directora del Programa en Dirección TIC e Innovación Digital de IE Business School. La nómina de avances transformadores es extensa: la ciencia de datos, el Internet de las cosas, la inteligencia artificial, los smartphones, la nube, la conducción autónoma y los cambios en la movilidad urbana, la realidad virtual y la aumentada, la robótica, los drones…
Comprender estos cambios como algo más que tendencias o modas y saber aplicarlos en la gestión empresarial es la base actual de la digitalización, un concepto que ya tiene años y que por su aplicación a diferentes realidades a lo largo del tiempo genera ahora confusión. Desde los ochenta ya se hablaba de las compañías y administraciones que apostaban por la informática para optimizar su rendimiento. El término “transformación digital” se extendió a principios del siglo XXI con la abrumadora irrupción de Internet en los hogares y en los espacios de trabajo. Los expertos urgían a las empresas a adaptar sus modelos de negocio y de funcionamiento interno a la red. Con mayor o menor lentitud, con más o menos éxito, prácticamente todas lo hicieron. Algunas todavía están en esas, y de ahí parte de la confusión que existe al utilizar esta idea. La digitalización de la que se discute ahora, tan presente en los medios, con congresos y ferias que giran en torno a ella, en el eje de las decisiones de startups y multinacionales, ya tiene el salto a Internet como superado. Se trata del siguiente nivel.
La Comisión Europea elabora cada año su Marcador de Transformación Digital. En el de 2017 constata que esta nueva ola de cambios supone un “desafío” para las empresas. El informe incluye una encuesta en la que se preguntó a compañías de toda la Unión en tres sectores teóricamente punteros: sanitario-farmacéuticio, automovilístico y de ingeniería mecánica. La implantación de las siete innovaciones consideradas clave por la CE (móvil, nube, redes sociales, robótica, Internet de las cosas, análisis de datos y ciberseguridad) no superaba el 26% de los encuestados en ningún caso.
El documento también señala que quienes adoptan estas tecnologías tienden a mejorar sus resultados. El 64% de los encuestados hace un balance positivo del uso de innovaciones digitales, mientras que más de la mitad confirma un aumento en la facturación y un 14% tiene un incremento en la productividad por encima del 20%. El informe subraya que las grandes empresas son más proclives a llevar a cabo estos cambios. “Hay que hacerlo sí o sí. Este partido hay que jugarlo. No es una opción”, sentencia Javier Casado, responsable del área digital de Everis, multinacional española de consultoría especializada en tecnología.
“Está siendo complicado porque supone un cambio cultural y no entendemos que el tsunami nos afecta a todos”, valora Silvia Leal. La apuesta por la “innovación y la tecnología disruptiva” es considerada una prioridad estratégica por menos del 20% de las PYMES según el informe Perspectivas de la pequeña empresa en España, elaborado por KPMG en colaboración con la CEOE y presentado a mediados de junio. “Para una empresa de menor tamaño llevar a cabo estos cambios ha sido más complicado, sobre todo durante la crisis. Tenían que centrarse en la supervivencia”, certifica Casado.
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