La presidenta electa
de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, es consciente que Europa afronta
unos años decisivos en su futuro. El viejo continente se encuentra a medio
camino entre dos gigantes en plena guerra comercial. Europa, además, lleva años
perdiendo el liderazgo tecnológico y productivo que siempre tuvo. La máquina de
vapor, el motor de combustión o el sistema ferroviario son inventos con siglos
a sus espaldas. La diferencia con revoluciones tecnológicas anteriores es que
la digital no entiende de pausas. Va muy rápida y cada vez se acelera más.
Quizás por todo lo
anterior es por lo que von der Leyen ha decidido crear una vicepresidencia
ejecutiva de mercado digital (aunque incluye también las políticas de
competencia). El cargo será para Margrethe Vestager, liberal danesa con gran
trayectoria en la política comunitaria. Muchos se han aventurado a decir que el
objetivo no es otro que frenar a los gigantes de Silicon Valley y preservar los
derechos fundamentales de los europeos. Yo me atrevo adicionalmente a pensar
que también impulsará un ecosistema tecnológico digital relevante en Europa. Y,
que hará una reflexión cada vez más necesaria en cuanto a la posesión del
espacio digital. No parece lógico que los nuevos espacios de relación, creación
y discernimiento público están en manos de un grupo pequeño de empresas de gran
tamaño que implícitamente lo regulan.
En el camino, encontrará importantes dificultades. Europa creo que tiene un entorno complicado. No solo partimos en desventaja, sino que, además, la crisis digital europea que ya describimos en un artículo anterior, es poco conocida. Por lo tanto, está poco percibida e interiorizada. Pocas empresas están pensando en la disrupción que viene. En España, un 21,7% de los empleos está en riesgo de automatización. Otro 30,2% se prevé tenga una profunda transformación tecnológica. Son datos que aporta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Este panorama que puede parecer preocupante, solo describe una era de cambio. Frente a estas cifras, el Foro Económico Mundial nos pone otras mucho más ilusionantes, pero igualmente descriptivas de un momento de cambio. En 2022, se prevé que se puedan haber creado133 millones de nuevos puestos de trabajo, habiéndose destruido, eso sí, 75 millones. Parece evidente concluir que las empresas deberán activar políticas de formación permanente a lo largo de la vida.
Estarán pensando que las empresas y organizaciones ya están reaccionando a ello. Nada más lejos de la realidad. El estudio Tecnología con Propósito del Observatorio Empresarial contra la Pobreza (OEP) expone datos preocupantes en cuanto a las prioridades formativas en competencias digitales. Entre las grandes empresas (que podemos tomar siempre como un referente en relación a lo que nos vienen próximamente), el 77% no forma en competencias digitales a sus empleados. Por dar el titular: solo una de cada cuatro empresas forma en competencias digitales en medio de una era de profundo cambio tecnológico.
(OEP) expone datos preocupantes en cuanto a las prioridades formativas en competencias digitales. Entre las grandes empresas (que podemos tomar siempre como un referente en relación a lo que nos vienen próximamente), el 77% no forma en competencias digitales a sus empleados. Por dar el titular: solo una de cada cuatro empresas forma en competencias digitales en medio de una era de profundo cambio tecnológico.
Las nuevas
tecnologías que están naciendo (inteligencia artificial, robótica, etc.) no
supondrán el comienzo de una nueva especie de inteligencia no sometida al
dictado de la evolución natural. Nos aportarán ventajas, aumentarán nuestras
capacidades y, como siempre, generarán desigualdades. En otras palabras:
extenderán lo que podemos hacer, pero no sustituirán artificialmente todo lo
que hacemos. Las máquinas, a diferencia de los humanos, no son intencionales.
En otras palabras: los humanos seguiremos manteniendo el monopolio del propósito
y la autonomía. Así, en este mundo digital, la ventaja claramente recaerá en
aquellos y aquellas que propongan y creen tecnologías y aplicaciones de las
mismas. Y en todo ello, las habilidades digitales resultarán especialmente
críticas.
¿Y qué podrían hacer
las empresas? Dar pasos más allá de los tradicionales cursos “sueltos”, por
ejemplo. ¿Cómo? Creando programas más largos, itinerarios personalizados o
certificando las competencias adquiridas. Es decir, proveyendo más valor al
trabajador o trabajadora a través de la creación de esquemas de certificación
de las competencias adquiridas. IBM ha hecho un movimiento en esta línea. El
programa New Collar, ofrece a cualquier empleado la posibilidad de apuntarse a
formaciones en habilidades que luego son certificadas. Una manera de entregar
parte del valor de la marca IBM con formaciones que, a la vez, repercuta en una
mejora de la futura empleabilidad en sociedades que requieren una cada vez
mayor necesidad de conocimiento del entorno digital.
Steiner escribió que
desde el descubrimiento y la domesticación del fuego no ha habido una
transformación tecnológica tan holística y transformadora. Creo que deberíamos
tomar buena nota de esta reflexión. La tecnología digital es decisiva en
nuestra vida, así que nuestro trabajo debe contribuir a mejorarla. Europa está
no solo entre dos mundos poderosos tecnológicamente, sino también, enfrentados,
lo que hará que progresen hacia su supremacía. Creo que no debemos esperar.
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