Facebook compró Whatsapp por cerca de 22.000 millones de dólares en 2014. El pasado 2016, Microsoft compró Linkedin por unos 26.200 millones de dólares. Lejos de estas cifras, pero sí con las mismas intenciones, IBM compró The Weather Company por unos 2.000 millones de dólares. En el momento de cerrarse estas operaciones, todos se preguntaron cómo podían pagarse esas cifras por negocios en los que ganar dinero era complicado en ese momento.
Cabe entender, antes de dar respuesta a esa pregunta, lo que ofrecen a sus usuarios esas aplicaciones. Whatsapp, sobra decir, se ha convertido en una herramienta de uso diario para todos nosotros. Actualmente, se calcula tiene ya entre 1.300 y 1.400 millones de usuarios activos en el planeta. Linkedin, ha sobrepasado ya los 500 millones de usuarios que lo emplean activa y diariamente en relacionarse en un plano más profesional. The Weather Company es consultada 26.000 millones de veces al día en la que es la cuarta aplicación web más visitada.
Por lo tanto, ¿qué buscaron las empresas que compraron estos servicios? Datos. Lo que pagaron en esas transacciones son datos. En una era que muchos han bautizado como “Big Data”, las transacciones no solo son financieras. También se compran bases de datos bien informadas y bien cualificadas de lo que a los negocios les interesa.
Facebook quería esa base de datos de usuario que tenía whatsapp para seguir aumentando su negocio publicitario. Es una incógnita cómo estará usando nuestros datos de mensajería instantánea en whatsapp, pero a buen seguro lo está haciendo o lo hará. Microsoft, cuyo negocio está centrado en el mundo corporativo, bien sabe que la base de datos de Linkedin es la mejor cualificada para saber las necesidades de los profesionales y directivos. IBM, compró el servicio metereológico más demandado no solo para tener previsiones climatológicas muy precisas, sino también para conocer las demandas de los usuarios y desde dónde lo hacían.
Google lo hace para sí misma igualmente. Nos ofrece un sin fin de productos y servicios gratuitos para que los usemos y amablemente le cedamos nuestros datos de georeferenciación y otras cuestiones. Roomba, ese robot tan eficiente a la hora de limpiar nuestro hogar, incluso ha hecho públicos sus deseos de sacar provecho de los planos de nuestros hogares y cómo distribuimos objetos en el mismo. Como ven, todo lo “digitalizado” es susceptible de generar datos que alguien siempre podrá aprovechar.
Coordenadas GPS, movimientos, navegaciones web, gustos gastronómicos, etc. Son datos que circulan en la red a la velocidad de la luz (nunca mejor dicho) y que adquieren un valor que como ven, vale millones de dólares.
Pese a que muchos pensamos que nos “espían y roban”, en realidad, en algún momento, hemos aceptado unas condiciones de uso de esos datos. Debiéramos mirar con más calma esos contratos a los que nos adherimos (poco podemos negociar, claro); no lo hacemos porque, no me negarán, son servicios realmente interesantes en nuestro día a día. No obstante, creo que todos sabemos esto no es fácil. Según un estudio de la Universidad Carnegie Mellon (“The cost of reading Privacy Policies”), tardaríamos 76 días en leer los términos y condiciones a los que nos adherimos.
Las grandes empresas tecnológicas de nuestra era (Apple, Google, Facebook, Microsoft, Amazon, Alibaba, etc.) trimestre a trimestre rompen todos los récords de ingresos. Parece que no han tocado techo aun. El valor de los datos sobre los que fundamentan sus diferentes modelos de negocio siguen copando territorios inexplorados de todas las oportunidades que nos abre esta era del Big Data.
¿Dónde está el techo del valor de los datos? No sé si algún día lo llegaremos a saber. De momento, toca esperar, trimestre a trimestre, la evolución de estas empresas tecnológicas. Y mientras, seguiremos usando sus servicios para que puedan seguir ideando soluciones maravillosas sobre las que generar modelos de negocio.